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viernes, 9 de septiembre de 2022

LA HISTORIA DE LOS BUENOS DÍAS

Decir “buenos días” es una de las primeras normas de educación que se aprende en el hogar. Es el saludo habitual que dirigimos a las personas con las que nos cruzamos, sobre todo familiares y amigos.

 En el ambiente salesiano, significa referirse a las palabras con las que un educador saluda a los alumnos o chicos de una obra antes de la oración, transmitiéndoles un buen pensamiento, haciendo una reflexión sobre un hecho del día anterior, profundizando sobre un valor que se quiere inculcar, proponiendo alguna meta a alcanzar o recordando una fiesta que se acerca.



Con el correr de los años, y teniendo en cuenta los cambios de los tiempos, los “buenos días” fueron variando para hacerlos, sobre todo, más interesantes para quienes los escuchan: niños, adolescentes y jóvenes. Se fueron transformando, por su eficacia educativa, en uno de los secretos más simpáticos de la pedagogía de Don Bosco para conseguir la buena marcha del oratorio y la conducta moral de sus chicos.

Pero no fue Don Bosco el iniciador de esta práctica. Fue su mamá, mamá Margarita. El hecho, narrado por Don Bosco en sus Memorias del Oratorio, sucedió una noche fría del mes de mayo de 1847 cuando, estando por ir a descansar, oyen golpear la puerta y aparece un joven huérfano de quince años, que pide que lo socorran luego de haber pasado el día en ayunas, con frío y empapado hasta los huesos. El corazón de la buena Margarita se conmueve ante ese rostro que delata orfandad, y le recuerda la hambruna que ella y sus hijos habían pasado hacía ya algunos años.

Juan advierte a su madre que ya han hecho una primera experiencia con resultado negativo, pues habían quedado sin algunas mantas y utensilios de cocina. Pero Margarita, le prepara un lugar donde descansar sobre el que tiende unas limpísimas sábanas que den calor a quien, además, necesita cariño. Y antes de retirarse y desearle las “buenas noches”, le habla de que ellos también son pobres, y de que otros jóvenes les habían robado. Esperaban que él fuera distinto. El pobre muchacho, emocionado y agradecido, promete que no imitará esa conducta. Al contrario, confiesa que siempre fue honrado.

A la mañana siguiente, Margarita encuentra a quien es considerado el primer interno del Oratorio de Valdocco. No se ha podido encontrar su nombre, pero sí sabemos que fue quien escuchó primero las “buenas noches” de la tradición salesiana, que hoy se han transformado en los “buenos días” o “buenas tardes” para miles de niños, adolescentes y jóvenes, y que son como los ladrillos con los que el Señor va construyendo el corazón del “honrado ciudadano y buen cristiano”

Por Joaquín López Pedrosa, sdb

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